domingo, 12 de noviembre de 2017

Historia del pescador

Viña del mar. Noviembre 2017

   Dentro de las cosas banales del día a día, y que marcaron mi estadía en Noruega, estaba la repetida escena de ir al baño de la casa y disfrutar del inevitable ejercicio de contemplación que tales prácticas conllevan; a diferencia de Chile en donde la práctica normal es leer cuanta instrucción, componentes y elaboración en frascos de shampoo o jabón exista a la mano; en Noruega la estancia de baño estaba lleno de pequeños cuadros con pequeños pergaminos con historias. Para quien está enfrentándose a esa lengua, tan inhóspita y lejana, el ejercicio de leer dichos pergaminos constituía parte de la dinámica diaria y necesaria de contemplación reflexiva, propia de aquellos espacios tan pequeños.

   Fue ahí que me encontré con un pergamino colgado en el muro, y que leía diariamente hasta mi último día en dichas tierras, y que hablaba de un pescador portugués y un hombre de negocios. La historia consistía básicamente en lo siguiente: Un día en la playa a las 11 de la mañana estaba un pescador portugués tomando sol; en ese momento se acerca un hombre de negocios, quien lo ve plácidamente instalado sobre la arena y le pregunta por qué estaba tan temprano en la playa; y el pescador le responde que hoy se levantó temprano a pescar y la pesca estuvo tan buena que llenó la cuota del día de peces en muy poco tiempo, por lo que vino a la playa a disfrutar del sol.

   Un poco consternado, el hombre de negocios, lo mira y le pregunta: - pero ¿por qué no seguiste pescando si la pesca estaba tan buena el día de hoy? A lo que el pescador le responde: - Y ¿por qué iba yo hacer eso? El hombre, ahora un poco más vehemente, le dice: - pues si aprovechas la buena pesca para pescar más, tendrás más dinero en tus bolsillos. Y el pescador volvió a replicarle: - Y ¿por qué habría de querer eso? El hombre, poniéndose de pie, le responde: - Porque de esa forma podrías ahorrar y comprar otro bote y así tener un empleado y ganar el doble de lo que ganas ahora. Ante esa afirmación le responde el pescador sin inmutarse: - Y ¿para qué querría yo eso? El hombre, cada vez con más energías, le responde: - Porque de esa forma, podrías tener aún más dinero, ahorrar más y comprar más botes y eventualmente tener más personas que trabajen para ti y de esa forma no tendrías que trabajar más; y podrías, cuando quisieras, ir a la playa a tomar todo el sol que quieras. Ante esa respuesta el pescador gira la cabeza y lo mira para decirle: - Estoy en la playa tomando todo el sol que quiero.


   A veces pienso que complicamos nuestros propios estados de bienestar o decidimos tomar caminos más largos para mantener lo que podemos tener en ese minuto; el presente es el futuro. Este es el síntoma de pensar demasiado las cosas, y mirar para adelante en vez de mirarse en ese momento. Siempre he sentido que la felicidad es un músculo, y que hay dos formas de vivir en torno a ese músculo: una es pensando en hacer cosas y preparar situaciones futuras para entrenarlo y no entrenarlo; y la otra es salir, no pensar y entrenar. Cada vez que pienso que para ser feliz tengo que lograr o tener algo, no logro encontrar el modo. Por lo general escucho gente decirme que la felicidad son momentos, pero de verdad creo y sé que puede llegar a ser un estado; es cosa de escucharse y no pensar; fluir, pero fluir con uno.