sábado, 3 de agosto de 2013

La Concepción




 Foto tomada el 30 de julio a las 8:00 hrs. en Andrés Bello con La Concepción (Proidencia)


Aquí va una de las imágenes que más conmueve mis horas tempranas en La Concepción; la presencia más constante, segura e inmediata en mi jornada laboral; y que adorna mi día junto con la ciudad, el mercado de esta nueva Providencia, y la casa. 
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Así se inicia, para este ciudadano de cuatro días, lo que podría ser una versión del mundo ordinario, prosaico y rutinario; lleno de actividades, ocupaciones y preocupaciones calculables, medibles, sustentables y financiables; y en el que nada, a primera vista, pareciera ser extraordinario.
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Y, sin embargo, no sé si pudiese llamar "emoción" a la tregua con este apuro que a veces siento; pero sí hablaré del hecho de detener, y ver detenido por un instante, este ánimo frenético que marca el tono y estilo imperante en los días de mi milenio convulsionado en una incurable epilepsia de ideas y palabras ajenas.
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O quizás solo deba hacer mención a la adrenalina que implica colocarme detrás de esta foto y frente a esta imagen, cubierto en blanco, negro, gris y corbata; y, en medio de la contingencia, tratar de entorpecer el tránsito; o intentar al menos conmover, con  algo de ingenio, este impetuoso apuro que suele atenderme a la entrada de la ciudad

domingo, 21 de julio de 2013

Sound of noise



“¡Arriba las manos, esto es un concierto!”


   “Sound of noise” es una de las maravillas nórdicas (sueco-danés) del año 2010; imputable a los directores Ola Simonsson y Johannes Stjärne Nilsson. Este film, a mi parecer, constituye el desarrollo (en formas más altas y complejas) de un cortometraje del año 2001 llamado “Music For One Apartment And Six Drummers”, elaborado por estos mismos directores y protagonizado por los mismos bateristas. 
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   102 minutos de talento en la percusión de lo cotidiano. Si disfruta del estilo rítmico del grupo británico “Stomp” y, de la idea de obtener música desde lo ordinario; esta, definitivamente, es una película que debe ver. 
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   Sin embargo, no se trata solo de un largometraje de demostración de talento musical; sino también, éste erige una exposición de “la música” como un lenguaje que advierte distintos idiomas. Muestra, a su vez, cómo las distintas jergas musicales pueden vivir ocultas, durante siglos, en el ruidoso silencio de la cotidianeidad; hasta que alguien logra sacarla a la luz en el intento de hacerlo notar. Y, por último, el film gira la cámara, y representa las reacciones de la sociedad en la sabida fórmula de “incomprensión del medio” que termina convirtiéndose, por regla general, en la “incomprensión del miedo”. 
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   Una de las ideas más geniales que despierta esta obra pivota en esa sensación que se transmite al estar frente a un grupo de terroristas (que asumen su posición de tales) en una sociedad del miedo (que los asume en dicha posición); y demostrar (al final) que no es más que un grupo de percusionistas que hablan y entienden una jerga incomprensible para el miedo/medio (en todas sus acepciones). La analogía que hace la película con “Amadeus” es simplemente reveladora de esto; el mejor compositor de la historia, que durante toda su vida habló un dialecto que sólo se entendió, con propiedad, después de su muerte.
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   La famosa frase del juez Marshall, en los Estados Unidos del S. XVIII y XIX, a propósito de la libertad de expresión en el arte, del pluralismo como progreso social y recordadas en el célebre caso de Larry Flynt; se puede extrapolar sin problemas a esta película; y es que la historia bien demuestra que “la vulgaridad (o terrorismo) de un hombre es la lírica de otro”.