jueves, 3 de septiembre de 2020

Algo mejor que un preservativo.

Si esto le hubiera pasado a Luksic, habría tenido consecuencias legendarias; sin embargo, son de las cosas que a veces me pasan e iluminan este estrábico realismo mágico latinoamericano que vivo.

Creo que fue en el invierno del año 2017, en la comuna de Puente Alto. Salí de una audiencia en Garantía y pasé a buscar mi auto estacionado en el Espacio Urbano de Puente Alto a dos cuadras.

En dicho trayecto, y en las afueras del estacionamiento, aproveché de entrar a una farmacia… me acerco al mesón de atención y se acerca un atendedor de unos 40-50 años para preguntarme que deseo; le pedí una caja de preservativos que tenían colgado detrás del mostrador… y el vendedor va a buscarlos, pero súbitamente se detiene, se gira hacia mí y, con una sonrisa de animador de televisión, me dice:

-          ¿sabe qué es mucho mejor que unos preservativos?

Yo contagiado ya de la sonrisa, le respondo:

-          ¿¿¿¡Qué!???

Y me dice:

-          “la poesía”!!!...

En ese minuto mi cabeza piensa: whaaaat y… paciencia porque todo lo que venga después de esa respuesta, va a ser bizarramente incomodo… pero, de nuevo, esa sonrisa interrumpe mi pensamiento y me dice:

-          “Y (léase con voz de antena 3) justamente el día de hoy…. tengo a mi mano un libro de poesía que escribí yo…. Y que vendo en la modesta suma de $5.000 pesos”.

En ese acto saca un libro que tenía guardado debajo del mostrador y me lo muestra. Yo, ya entregado a la situación, lo tomo, lo miro y paso por las hojas con un actuadísimo interés, para luego volver mi mirada a este personaje y lo miro con mi mejor cara de nobleza y suspicacia, y pregunto serio:

-          “¿Y está seguro de que es mejor que esa caja de preservativos?”.

Me mira con una solmene confianza y responde:

-          “muchísimo mejor”.

Y nada más que decir ante eso que:

-          “Vale! ¡Me llevo los dos entonces!”.

 

 

Leí ese libro de poemas dos o tres veces y es verdaderamente bueno. Les comparto uno de los poemas:

Iluminación

Iluminación hemos vagado en las penumbras
de lo desconocido, buscando
una presunta iluminación.

 

¿Dónde está el cardumen de palabras mágicas?
Quizás ya fueron pesadas
pero aun así yo las busco.

 

Pienso ir a encontrarlas
en el limbo de los deseos
de escritores y poetas
 de adolescentes enamorados
y amantes anónimos.

 

En la angustia de las frases
que no llegan a la vida,
en las antiguas cartas de amor
guardadas por mi miedo al desprecio.

 

En los poemas inconclusos,
 aquellos que la duda abortó
cuando todavía era ligeros
y su forma no alcanzaba el bronce.

 

Claudio Sepúlveda Castro (Y no… no es el jugador de Huachipato).

Moraleja: Si va a Farmacias Ahumada, pida profilácticos; quizás le den algo mejor….

miércoles, 15 de julio de 2020




¡Ay! Carmen:

Ya van 12 años que parecen 12 días. En ninguno de ellos has dejado de ser parte de mi día; y es extraño como se dan las cosas, y como la presencia puede tomar nuevas formas.
Nunca he sido muy fanático de las flores, o bien, desde antes del 9 de julio del 2008, no era algo que me llamar la atención (llámalo como quieras, pudor patriarcal, prejuicios pendejos en la valoración de las cosas lindas, en fin…). Pero si hay algo, en la actualidad, a lo que puedo asociar tu insobornable presencia en mis días, es a las flores.

Cuando trabajabas en La Calera, La Ligua y Petorca no había semana que la casa no se renovara con flores; a veces parecía vivero; y no era algo que, en esa época, me llamara la atención, porque siempre estaban, porque siempre estabas… pero sí recuerdo que la presencia de esas flores eran santo y seña de tu llegada y presencia. Cuando había flores, era porque estabas en casa.

Por eso las compro y por eso me gustan ahora, porque cuando llego a mi casa, las veo y siento que ya llegaste. Y es extraño como tu inalterable presencia toma nuevas formas.

lunes, 6 de enero de 2020

Soy lo que soy, a pesar de las encuestas.





    No está demás destacar que cuando mis sentimientos y sensaciones se construyen a partir de comentarios o ideas de otras personas, me construyo en realidad a partir de mi idea fundada en lo que yo creo que las personas creen. Esa idea de lo que creo que creen personas ajenas a mi, es lo que colorea el día de mis emociones.

    Sin embargo cuando me detengo con calma a analizar ese fenómeno; me doy cuenta que para algunas personas soy gordo, para otras normal, para algunas feo, para otras sumamente atractivo, para algunas tonto, y para otras brillante. En un mismo día han apreciado en mi la cualidad de la generosidad y el egoísmo casi con un mismo énfasis. Y me pregunto. Qué diablos hago con eso?

   Entiendo que he tenido momentos distintos en mi vida en donde he hecho muchas cosas, más de una contradictoria. Y creo que si me considero un constante work in progress, puedo entender que para mi mundo (incluso aquel esquizofrénico, en donde pienso que piensan que soy y así siento) puede simplificarse a qué pienso de mi y que quiero de mi para definirme en mis parámetros.

   Si yo soy dueño de lo que me pasa, renunciando a la idea cristiana de que Eva me tentó, y que la serpiente tentó a Eva, y concluyo que la responsabilidad emocional también es personal personalísima; tengo, entonces, la facultad de decir que soy lo que pienso que soy; y me muevo conforme a ese pensamiento; y que vivir de encuestas es lo más torpe para definir o apreciar mis políticas personales.