Viña del mar. Noviembre 2017
Dentro de las cosas banales del
día a día, y que marcaron mi estadía en Noruega, estaba la repetida escena de
ir al baño de la casa y disfrutar del inevitable ejercicio de contemplación que
tales prácticas conllevan; a diferencia de Chile en donde la práctica normal es
leer cuanta instrucción, componentes y elaboración en frascos de shampoo o
jabón exista a la mano; en Noruega la estancia de baño estaba lleno de pequeños
cuadros con pequeños pergaminos con historias. Para quien está enfrentándose a
esa lengua, tan inhóspita y lejana, el ejercicio de leer dichos pergaminos
constituía parte de la dinámica diaria y necesaria de contemplación reflexiva,
propia de aquellos espacios tan pequeños.
Fue ahí que me encontré con un
pergamino colgado en el muro, y que leía diariamente hasta mi último día en
dichas tierras, y que hablaba de un pescador portugués y un hombre de negocios.
La historia consistía básicamente en lo siguiente: Un día en la playa a las 11
de la mañana estaba un pescador portugués tomando sol; en ese momento se acerca
un hombre de negocios, quien lo ve plácidamente instalado sobre la arena y le
pregunta por qué estaba tan temprano en la playa; y el pescador le responde que
hoy se levantó temprano a pescar y la pesca estuvo tan buena que llenó la cuota
del día de peces en muy poco tiempo, por lo que vino a la playa a disfrutar del
sol.
Un poco consternado, el hombre de
negocios, lo mira y le pregunta: - pero ¿por qué no seguiste pescando si la
pesca estaba tan buena el día de hoy? A lo que el pescador le responde: - Y ¿por
qué iba yo hacer eso? El hombre, ahora un poco más vehemente, le dice: - pues
si aprovechas la buena pesca para pescar más, tendrás más dinero en tus
bolsillos. Y el pescador volvió a replicarle: - Y ¿por qué habría de querer eso?
El hombre, poniéndose de pie, le responde: - Porque de esa forma podrías
ahorrar y comprar otro bote y así tener un empleado y ganar el doble de lo que
ganas ahora. Ante esa afirmación le responde el pescador sin inmutarse: - Y ¿para
qué querría yo eso? El hombre, cada vez con más energías, le responde: - Porque
de esa forma, podrías tener aún más dinero, ahorrar más y comprar más botes y
eventualmente tener más personas que trabajen para ti y de esa forma no
tendrías que trabajar más; y podrías, cuando quisieras, ir a la playa a tomar
todo el sol que quieras. Ante esa respuesta el pescador gira la cabeza y lo
mira para decirle: - Estoy en la playa tomando todo el sol que quiero.
A veces pienso que complicamos
nuestros propios estados de bienestar o decidimos tomar caminos más largos para
mantener lo que podemos tener en ese minuto; el presente es el futuro. Este es el
síntoma de pensar demasiado las cosas, y mirar para adelante en vez de mirarse
en ese momento. Siempre he sentido que la felicidad es un músculo, y que hay
dos formas de vivir en torno a ese músculo: una es pensando en hacer cosas y
preparar situaciones futuras para entrenarlo y no entrenarlo; y la otra es
salir, no pensar y entrenar. Cada vez que pienso que para ser feliz tengo que
lograr o tener algo, no logro encontrar el modo. Por lo general escucho gente
decirme que la felicidad son momentos, pero de verdad creo y sé que puede
llegar a ser un estado; es cosa de escucharse y no pensar; fluir, pero fluir
con uno.