Trafiqué mis besos en cada espacio de tu piel
Me apropié furtivamente de tus labios
Y luego, por sorpresa, tomé cada parte de tu cuerpo cuan señor y dueño del mismo
Tus gemidos y respiración eran mi seña de autorización
Aquí no hubo engaños
Esto no fue un error
Sólo disposición sin perjuicios
Llenos de ánimos lascivos
Te accedí en cada espacio de tu morada
Y si bien trataste de buscar amor en mis besos
Y si bien trataste de escalar y fracturar la puerta de mi corazón
Finalmente sentiste que era un lugar no habitado.
Dicen que los penalistas no sabemos mucho de amor.
Pero si nos descubren, diré que la droga es mía.
lunes, 18 de noviembre de 2019
jueves, 20 de junio de 2019
Las bondades de decir "vamos".
Fitz Roy, Lago Los Tres. Argentina 2018.
Cuando perdemos noción del tiempo, cuando los ojos prolongan los momentos; el pasado se contiene y el futuro se detiene antes de llegar.
Cuando se rompen los pasajes, en la inmensidad de cada paisaje; ya no es necesario partir.
Cuando la aventura cicatriza en el pasaporte, no hay vuelta atrás. Me vuelvo parte de esta escena sempiterna.
miércoles, 19 de junio de 2019
El arte de cambiar nuestro día
Copacabana 5:45 am
Cambiar la atmósfera del día
con actos propios, es tan delicado y potente como pintar un cuadro o escribir
un libro. Es aprender a elevarse en el presente mismo, cambiando rutas y
momentos, adelantando el día. La rutina nos hace eficientes, sin embargo, el
estar presente y probar nuevas cosas, nos hace bellos ante nuestros ojos. El
arte de cambiar nuestro día con pequeños detalles que aflojan la rutina eleva aquel
espíritu que tiende inexorablemente a alienarse en estructuras ajenas. Es una
forma de ser libres y tomar le mundo como viene.
sábado, 8 de junio de 2019
El camino es siempre mejor que la posada
Ortega y Gasset solía atribuirle a
Cervantes la frase de “el camino es siempre mejor que la posada”; y esta foto
en cuestión representa un poco ello. No es mi idea caer en la literalidad de la
expresión con la misma, mas lo que estuvo detrás de esa foto (a parte de mis
ojos apreciando su belleza) sí permite entender que entre las dos únicas
certezas que tenemos en la vida, esto es que nacemos y morimos, depende de
nosotros entender, transformar y disfrutar este interludio que hay entre nacer
y morir, y que llamamos vida.
Cada acto, por insignificante que
parezca, constituye en sí un camino o proceso que lleva a un resultado o que
nos dirige a una dirección. Cada acto puede ser un interludio, a veces incluso
más trascendente que su final.
Y ese acto, o gesto vital, puede
ser o un gesto de dominio, o un gesto de servidumbre. Ortega lo explicaba incluso
con más astucia cuando decía que el gesto servil lo es porque el ser no gravita
sobre sí mismo, no está seguro de su propio valer y en todo instante vive
comparándose con otros. Necesita de ellos en una u otra forma; necesita de su
aprobación para tranquilizarle, cuando no de su benevolencia y su perdón. Por
eso el gesto lleva siempre una referencia al prójimo. Servir es llenar nuestra
vida de actos que tienen valor sólo porque otro ser los aprueba o aprovecha.
Tienen sentido mirados desde la vida de este otro ser, no desde la vida
nuestra. Y esta es, en principio, la servidumbre: vivir desde otro, no 'desde
sí mismo.
Por
otra parte, el estilo de dominio no implica una ganancia per se del
objetivo pretendido, o un resultado aplaudible; sino que es el resultado de
ejercerse en el momento, en el trayecto, en el acto. Se conforma así mismo, y
no requiere más de sí. Es aprender a vivir, cada acto y proceso, desde sí
mismo; y la nueva forma de existencia que el destino le propone -servidumbre-
le es inconcebible, le sabe a negación del vivir mismo; por lo tanto, es la
muerte.
Esta foto la tomé en la carretera,
camino a una reunión, pero el camino ya era un acto en sí, que no se
desconcentra con el objetivo o la conciencia del deber. La disfruté.
lunes, 11 de marzo de 2019
Estudio sobre el amor
Santo Tomás define el amor como una dimensión positiva del
deseo (en contra posición al odio que se construye como una dimensión negativa
del deseo); el amor es el deseo de algo bueno en cuanto bueno. Lorenzo el
magnifico lo refería, en la misma línea, pero con fines más estéticos, como “un
apetito di bellezza”.
Sin embargo, el amor, que en sí
lleva el deseo hacia lo amado; no se agota sólo en él. Desear algo, es en
definitiva, tendencia a la posesión de ese algo o alguien; lo que implica que
ese algo o alguien entre a nuestra esfera patrimonial; por lo que el deseo se
termina automáticamente cuando el objetivo se consuma; muere al ser satisfecho.
Manuel Machado con más estilo decía en su Querer “En tu boca roja y fresca;
beso, y mi sed no se apaga (…) Me he enamorado de ti; y es enfermedad tan mala;
que ni la muerte la cura”. El amor es un eterno insatisfecho; proyecta deseo,
pero no se agota ni cansa con él, por un lado. Por otro lado, el amor nos
mueve, a la órbita de lo amado, es un constante movimiento, centrífugo, hacia
lo amado.
El amor, para Ortega y Gasset, no
es la alegría que el objeto amado nos proyecta; sino, incluso, y probablemente
es cuando mejor se define, cuando sentimos el dolor que proyectan algunas de
sus formas. Vivir una vida, buscando un amor que no nos golpee, y dañe; es por
definición inalcanzable. De este modo, se construye como esa fuerza centrífuga
que eleva y hunde, que abraza y despedaza… Su mejor ponderación, peso y volumen
está en el dolor que a veces nos ocasiona. En el amar, abandonamos la quietud y
asiento dentro de nosotros, y emigramos virtualmente (no precisa ser físico)
hacia el objeto; Y ese constante estar emigrando es estar amando. Despertamos
pensándolo, y moviendo nuestra alma en búsqueda del mismo; y cerramos los ojos
en él, sobre nuestro lecho, sin precisar su compañía; cuanta idea se ha gastado
en el teatro de los pensamientos, aun cuando nadie lo ve consigo!
Sin embargo, el amor, no es la
alegría que se proyecta sobre el objeto o ser amado, ni la pena que pareciera
definirlo con tanta profundidad y precisión; tampoco es la desesperación de la
ausencia o peligro del objeto o ser que se pretende, ni la emoción de su
encuentro. El amor, en parte, es un potenciador del alma, un intensificador de
las emociones; nos lleva al éxtasis y al estiércol en velocidades que a veces
no logramos siquiera percibir. Es esa adrenalina potenciada la que nos vuelve
adictos, es el vertiginoso viaje que asegura su presencia, y que potencia el
mar de emociones.
Y así como es intensidad, se
gasta; la emoción química que provoca el otro dura más o menos, pero tiene
duración, y en consecuencia, cadencia. Con el tiempo esa intensidad se apaga en
la costumbre; y solo aparece en momentos, en suspiros fugases, que recuerdan su
presencia, mas no su constancia. Pero con ello no muere el amor. Vencido el
plazo, queda algo nuevo que es lo que sentencia la prolongación de su vida o
prognosis de su muerte. Ese bastión que nace durante y después de la intensidad
es amistad, respeto y complicidad.
En mi caso particular, parece
difícil entender el proceso del amor, desde la amistad a la intensidad.
Mientras más frenamos esa intensidad que nos provoca, menos posibilidades
tenemos de vivir un buen amor. Cuando comenzamos con lo segundo, esperando
sentir esa intensidad después, inconscientemente estamos decidiendo sobre un
proceso que no admite razón ni decisión. Uno no decide sentir intensidad, uno
no decide sentir; siente o no siente. El resto nace o no nace.
La sentencia, que culmina la
primera fase, proyecta los designios de lo segundo. Cuando está la intensidad,
no hay decisión que no parezca razonable, si ella implica la llegada del ser u
objeto amado. Mueren las excusas, se invisibilizan los miedos, y entendemos que
todas nuestras decisiones, de una y otra forma, apuntan a la cercanía de lo
amado. Retener, reprimir, contener eso, es matar cualquier proyección; o
evidenciar su inexistencia. Y, sin embargo, el ejercicio ansioso, no es como
pudiera parecer, correr a lo amado, sino pensar que lo segundo llega sin la
locura de lo primero. Ese amor nace muerto, y amores que mueren nunca matan;
porque amores que matan nunca mueren…
Tampoco es un acto individual; el
amor se define en correspondencia. Es un acto que implica necesariamente un
otro. Correspondencia, que a su vez, importa una temperatura; pensar amor en el
ser amado, no es lo mismo que pensar un concepto matemático o un precepto
legal, su presencia y grado de corroboración aumenta y disminuye su temperatura
en cuanto al grado de atención y tensión. No es baladí hablar de un amor frío o
cálido en el lenguaje pagano. Sentir como abriga y desabriga es una forma de
percibirlo y medirlo. Su presencia física no obsta la sensación; con más estilo
Luis Ramiro la representa diciendo “la distancia no suele tener importancia si
acaba donde empiezan sus pies”.
Parte de y con uno, porque es
parte de uno y en uno comienza. A pesar de la necesaria reciprocidad, no es
posible amar al otro sin amarse uno mismo. Cuando el amor propio/la autoestima,
se encuentra débil o enfermo, el amor no florece sino sólo una ilusión con
perfume de realidad o necesidad enfermiza e infantil de amor a través de ojos
ajenos.
lunes, 4 de marzo de 2019
Distancia
A veces, el mundo se percibe mejor cuando tomamos distancia. La ansiedad de los laberintos, la frustración de no poder movernos de un lugar a otro, el cansancio que implica pensar que cada ruta debe tener una explicación y motivo y así no caer en el prejuicio e intolerancia más propia que ajena... todo desaparece cuando sientes en altura.
La levedad de cada segundo de contemplación se combina con la fuerza de la imagen dentro; pasado y futuro se despojan de sus emociones y se tornan imágenes envueltas de este presente frágil e inexorable; en estas nubes densas que se desarman con el viento; en ese cielo que no soporta un mismo color; y en esas montañas cuya presencia abraza a la mía con fría indiferencia.
sábado, 9 de febrero de 2019
Desadaptaddo
Si crees que vivo fuera de tono; puede que algo de pena me dé la situación. No todos tenemos el privilegio de contar con la innata capacidad de aferrarnos a la estética social, sacrificando nuestras emociones; vivo con lo que Dios me dio, y lo que a golpe y sudor pude mejorar.
Si piensas que mis actos vitales son contrarios al decoro, narrativa y expectativa social… quizás esté mintiendo, pero te replico: vivo una vida instintiva, noble y natural; porque hay algo que, al parecer, no tienes presente en tu mirar y condenar: y es que los desadaptados, también tenemos un corazón. No puedo negarme a amar en la forma que amo, por no estar a la altura del protocolo ornamental del mundo; esto es lo mejor que puedo apostar.
Tú con todo tu talento olvidaste lo principal: y es que quienes somos desadaptados, también tenemos un pecho que pulsa... que pulsa un emocionado, un desgarrado, un desvalido… pero siempre pulsa… pulsa un corazón.
Si piensas que mis actos vitales son contrarios al decoro, narrativa y expectativa social… quizás esté mintiendo, pero te replico: vivo una vida instintiva, noble y natural; porque hay algo que, al parecer, no tienes presente en tu mirar y condenar: y es que los desadaptados, también tenemos un corazón. No puedo negarme a amar en la forma que amo, por no estar a la altura del protocolo ornamental del mundo; esto es lo mejor que puedo apostar.
Tú con todo tu talento olvidaste lo principal: y es que quienes somos desadaptados, también tenemos un pecho que pulsa... que pulsa un emocionado, un desgarrado, un desvalido… pero siempre pulsa… pulsa un corazón.
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