Aprendí a ser amable y dulce,
parecer fuerte, algo feminista pero siempre listo para pagar la cuenta, a
llevarme bien con tus amigas sin mirar más de lo debido. Aprendí a ser un buen
hombre, pero rudo… Un buen hombre rudo. Que ame a la familia, y siempre buen
amante; sensible pero no débil; que llame fin de semana por medio a tu mamá. Y
así aprendí a llenar expectativas soñadas que solo viven en sueños; pero si lo
que buscas es amor, baja un poco la expectativa porque probablemente ese príncipe
así de encantado y aprendido no quiera ligarse contigo después de la cuarta
cita; porque si quieres amor, elígeme a mí y ámame… y si salgo con algún
fetiche de los pies… … … ¡a la mierda! Deja que los masajee.
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Ese hombre ha aprendido buscar
alguien que sea tierna, una mujer que no esté obsesionada con su aspecto, pero
que sea obscenamente linda; ese tipo de mujer que dan ganas de presentar a todo
el mundo; que ame las películas que me gusten y se ría de todos mis malos
chistes. Una mujer de verdad, una mujer sensual, una mujer verdaderamente sensual,
una muñeca nueva realmente sensual; que quiera impresionarme y no le importe si
no lo noto. Y puedes pensar que esta mujer vive solo en mis sueños, pero
adivina… es real y a la semana siempre fallece…
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Pero si lo que buscas es amor, baja
esa expectativa porque puedes pensar que tu pene es un regalo, cuando en
realidad no lo es… Si lo que quieres es amor, elige una mujer y ámala.
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No queremos alguien maniático del
orden, ni haragán o con un trabajo miserable, porque la verdad: ni tu ni yo aceptaríamos
menos que perfección... queremos hijos perfectos, vida perfecta, un marido
perfecto, una esposa perfecta, pero en el fondo, y detrás de esta versión
aprendida, no lo merecemos… sabemos que no lo merecemos… pero todos merecemos
amor, incluso en aquellos días en que no andamos bien; porque, aunque seamos
una mierda, con amor somos un poquito menos mierda, eso es quizás lo mejor de
estar vivo.