miércoles, 19 de septiembre de 2012

Los Salieris del arte




Esta interpretación del tema "Sweet Lorraine" de Baker acompañó buena parte de la confección de lo que a continuación les comparto. Creo que representa un buen ejemplo (ojalá no muy rebuscado) de lo que quería comunicarme.




Aquí comienza un ejercicio de escritura que hace rato tenía en mente y que nació a partir de esta singular epifa nía que suele rondar mi cabeza:

Te llevo agazapada en la piel, arraigada en lo hondo de mis formas; a tal profundidad, que lo siento parte de mí; precisamente ahí, en ese territorio en donde ya distinguirte o discriminarte es negarme o socavarme.

He intentado no entregarme, convencerme de que nada bueno saldrá de esto, resistiendo (me) hasta los tuétanos. Y sin embargo, sé perfectamente que te llevo en el capilar de mis membranas, enraizada en lo más sensible e inexpugnable de mi intimidad. 

Mi sino está en lograrme y sentirme digno de mi anuncio; hacerlo bello en mí y compartirlo con tu imperceptible, irrefutable e imperdonable presencia… Y así, mi hado se convence de la necesidad de obrar para sentir la seguridad de tu cercanía; pero me ataca esa incansable voz que acompaña todas mis noches repitiendo y repitiendo: tontito, esta no la ganarás ¿por qué no ocupas la cabeza y  das un paso hacia la realidad…?

Pero, e incluso antes de intenarlo, me detengo, me giro y veo que, de frente a este riesgo irrefrenable, poseo todos los raciocinios y pruebas necesarias para catalogar de absurda mi esperanza; pero esas razones no me hacen mella, pues son razones y nada más que razones, y no es de ella de lo que se apacienta el corazón… Y es que te tengo metida en la piel, y no logro distinguirte sin negarme, y no consigo discriminarte sin denigrarme… pues, en cualquiera de mis mundos, no amarte sería corromperme. 

Defensa al plagio.

La premisa de mi ejercicio (aquel que acaban de leer) parte de mi convicción en el hecho de que sólo amo, o disfruto genuinamente, los objetos (canciones, poemas, películas, personas, cosas, etc.) que logro personificar de alguna forma. Creo que la belleza de las cosas solo se vuelve tal, cuando su proyección interna viene acompañada de imágenes personalísimas, formas propias en interacciones con ésta, y/o en mis emociones estacionales más intrínsecas.

No soy un artista. Mi talento no conmueve en pintura, canto, verso o interpretación; mas, me siento sumamente competente a la hora de avocarme al ejercicio de la “pasión por el arte”. Puedo dudar sobre mis aptitudes para tomar el mundo y hacerlo arte convencional (para el mundo); pero sé que, en mente y alma, me entrego al ejercicio de apropiación y goce del arte existente para hacerlo mío, envolverlo y configurarlo a mis formas y emociones más íntimas.

Creo que lo anterior puede, o debería, leerse como una suerte de confesión (a priori, y posteriori) de constantes plagios de formas artísticas. Y seré cínico en este aspecto, pues desde que presencié la “Ardiente paciencia” de Skármeta a través del inocente, torpe y desesperado amor de Mario Jiménez hacia Beatriz, me ronda una causal de justificación respecto del plagio de arte que resume bien los descarados fundamentos de MIS maneras ajenas.

Cuando Mario Jiménez (el cartero que había plagiado los versos de Neruda para conquistar a Beatriz) se acerca al poeta para increparlo, provoca, a mi parecer, uno de los mejores diálogos de la novela. La escena que verán a continuación en vuestras cabezas sucede así:

 “Poeta y compañero-. Usted me metió en este lío, y usted de aquí me saca. Usted me regaló sus libros, me enseñó a usar la lengua para algo más que pegar estampillas. Usted tiene la culpa de que yo me haya enamorado.
-¡No, señor! ―responde el poeta― Una cosa es que yo te haya regalado un par de mis libros, y otra bien distinta es que te haya autorizado a plagiarlos. Además, le regalaste el poema que yo escribí para Matilde.
-¡La poesía no es de quien la escribe, sino de quien la usa!” corrigió Mario Jiménez.

Aún recuerdo que, después de haberme tropezado con ese puñetazo de lucidez, mi cabeza asimilaba a la de un payaso desesperado que, ante un importante acontecimiento, gritaba silenciosamente mientras se afirmaba el rostro y corría en círculos pequeños. Y es que ahí estaba yo, como protagonista, saliendo al campo  de batalla con el que mejor podía representarme, Mario Jiménez; ese pobre tonto enamorado, incapaz de estar a la altura artística del nobel, y con quien no podía sino identificarme en sus más nobles y sinceros combates…

¡Qué réplica más democrática la formulada en ese momento por el cartero! La que, a su vez, explica (en mi humilde y conveniente parecer) como el arte entregado, por quien lo “crea”, constituye sólo el 50% de ese mismo arte. Pues, para que exista arte, debe haber también un espectador que aporte, con sus mundos, el otro 50%; un admirador que sea capaz de llenar, con sus imágenes y colores, las palabras o formas con que el artista intenta adornar el espacio. Y es en ese momento cuando el arte deja de ser de quien lo confecciona y pasa a ser de quien lo capta (al menos en un 50%). En resumen: no hay provocador sin alguien que sea capaz de sentirse provocado; no hay palabra sin imagen; no hay canción sin rostro; no hay película sin historia. Y esa provocación, aquella íntima emoción que gatilla el cuerpo hasta estremecerlo, es tan propia, es tan personal y tan única que no puede reivindicarse por quien quiera que sea el que la provoque.

Dicho esto, y emulando el ejercicio propuesto por Sean Connery en la película “descubriendo a Forrester”, tomé una canción y la traduje. Mas, el resultado de la traducción no fue la transcripción de la letra inglesa del tema a palabras castellanas; sino más bien, la reproducción, a palabras nuestras, de la personificación que hago de ella en mi mente; es decir, los primeros cuatro párrafos que leyeron fue lo que vi y oí, desde mi atmósfera, cuando escuché y contemplé dicho tema musical.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Manuel de Rivacoba...



Hace un par de días me encontré con una publicación sobre la actividad de Don Manuel de este miércoles 5 de septiembre, en un blog dedicado al jurista. Traté de escribir una reflexión en la parte de los comentarios de dicho espacio, pero por alguna razón, que no entendí bien, no se pudo. En fin, con el objeto de dejar esta reflexión fuera (y no solo en mi fuero), escribo en mi blog.

En razón de lo anterior, la siguiente reflexión debe leerse en referencia al blog que aquí cito: http://manuel-de-rivacoba.blogspot.com/
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Primero que todo agradecer este espacio (el del blog dedicado a don Manuel) en donde se puede recordar y acceder a las ideas de Don Manuel y de quienes lo conocieron de cerca. En lo personal no tuve ese privilegio, mas, afortunadamente tuve la buena ventura de encontrarme con quienes han sido sus discípulos y amigos más fieles; José Luis Guzmán Dalbora, Freddy González (mi padre), Daniela Marzi y Silvio Cuneo, quienes se han preocupado, desde que los conocí de mantener viva la memoria del profesor en la Escuela.
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Quizás sea prudente aprovechar este maravilloso espacio (el internet) para agradecer al profesor José Luis Guzmán Dalbora y a la profesora Daniela Marzi Muñoz que ante la solicitud del profesor Silvio Cuneo desde Italia, de hacer alguna actividad para revender la primera reimpresión del libro Violencia y Justicia, decidieron hacer algo más grande y recordar a don Manuel desde el testimonio de sus discípulos, y desde la exposición de grandes académicos (amigos muy queridos por Don Manuel, según se hace referencia; cual es el caso de Eugenio Zaffaroni y Jaime Náquira).
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Sin embargo, el agradecimiento a José Luis Guzmán, Daniela Marzi y Silvio Cuneo no solo se queda en esta actividad particular, sino también en todo el trabajo que durante estos años han realizado para mantener viva la figura y pensamiento del fallecido profesor; quienes no conocimos a don Manuel en carne y voz, sí lo conocimos a través del estudio de sus textos que el profesor Guzmán siempre entrega y alienta a leer a sus alumnos y amigos más cercanos; no es raro, por lo mismo, que para la ceremonia de este miércoles asistan todos quienes fueron alumnos de Guzmán y que llegaron a la mente de Don Manuel a través de la rigurosidad e incondicional cariño de su mejor discípulo; sin mencionar las innumerables anécdotas que suelen llegar de la voz del maestro y que llenan, en nuestros ojos, a don Manuel de esa exquisita humanidad que le declaran.
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Lo mismo debe decirse de Silvio Cuneo y Daniela Marzi quienes en los últimos años se preocuparon de difundir, tal como se pretende ahora, la obra de don Manuel a través del libro “Violencia y Justicia” entre los estudiantes de Derecho. Bien recuerdo la preocupación de Silvio Cuneo a la hora de pedirme a mí y a Juan Pablo Castillo que promoviéramos la venta de la obra; lo cual siempre terminaba con saldos a favor, por cuanto no pasaba del medio día y ya habíamos vendido, a precio de costo, más de 100 ejemplares a curiosos estudiantes de la U. de Valparaíso, y de otras Universidades.
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Así también la preocupación de Daniela Marzi y José Luis Guzmán de hacer esta actividad más grande de lo pensado, no solo para cumplir con el objetivo de vender la primera reimpresión del Violencia y Justicia (que lleva 3 años ya en las manos de los estudiantes de la Escuela), sino para dejar un testimonio de su vida e historia, y presentar el cuadro de don Manuel que se tiene desde hace un par de años preparado para regalar a la Biblioteca de la Escuela.  
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Si no fueran por estas personas, siempre ajenos a la comodidad de sus sillas y ligereza del pensamiento,  que atesoran en todas sus actividades aquel persistente ánimo de difundir las ideas y obras de don Manuel, en toda instancia y a cada momento, sin pedir nada a cambio más que la satisfacción de regalar esas maravillosas formas de ver y entender el mundo, don Manuel sería otra anécdota más de la historia de Errázuriz 2120.
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Reitero las gracias al administrador del blog de don Manuel, por el espacio dedicado a Don Manuel, y generar este acceso de opinión.
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Y me gustaría agregar una reflexión muy linda (sólo porque sí) que leí en un discurso de Silvio Cuneo (publicado en este mismo espacio) que fue sacado del libro Fellini por Fellini de Federico Fellini en su capítulo sobre la censura; palabras, que sospecho, llegaron a la mente de Silvio por don Manuel: “la censura es una manera de reconocer la propia debilidad e insuficiencia intelectual.
La censura siempre es un instrumento político, de ningún modo es un instrumento intelectual. Instrumento intelectual es la crítica, que presupone el conocimiento de lo que se juzga y rechaza.
Criticar no es destruir sino poner un objeto en su justo sitio en el proceso de los objetos. Censurar es destruir, o al menos oponerse al proceso de lo real”.
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Felipe González Hernández
Ayudante-alumno del Departamento de Derecho penal (U. de Valparaíso).

sábado, 1 de septiembre de 2012

Cine & Derecho: El método.



Porque no hay primera sin segunda...

Este miércoles 5 de septiembre a las 18:00 hrs., en la sala 9 de la Escuela de Derecho UV (Errázuriz 2120) el grupo de Cine & Derecho de la Universidad de Valparaíso (del Centro jurídico cultural Carlos León) da inicio a la segunda parte de su octavo ciclo anual.

Para esta ocasión abriremos los fuegos cinematográficos con una película de poca difusión y de gran contenido; entretenida, rápida, y, de cuya trama podemos decir y reflexionar mucho.

Si disfrutó la tensión y dinamismo desplegado en el desorbitante talento teatral invertido en "12 hombres en pugna" de Sidney Lumet; esta película les mostrará que la aptitud crítica y artística de los años 50 y 60 sigue vigente en nuestros tiempos.

En esta sesión, contaremos con el comentario de Daniela Marzi Muñoz; catedrática de la asignatura de Derecho del trabajo, y actual tesista de doctorado de la Universidad autónoma de Madrid, España.

Sinopsis: Película española del año 2005 que muestra como siete aspirantes a un puesto ejecutivo se presentan a la prueba de selección de personal de una empresa, en lo que se puede mostrar como "un método" poco tradicional de selección; en donde los mismos postulantes deberán unirse y traicionarse para alcanzar tal puesto.