Natales, Chile.
5 de mayo de 2018
5 de mayo de 2018
La intimidad que revela una
fotografía con sus luces, sombras y colores; es esa sutileza del alma que
denuncia nuestro estado más frágil al entorno y la naturaleza que la rodea; ponerse detrás
de una fotografía, no es lo mismo que ponerse delante; mirarse es, generalmente,
mirar lo que uno observa; aterrizar el mundo de los ojos en esa mezcla de
colores y emociones que la embargan. Es la infancia, es la ruta a lo
desconocido, es la nostalgia de momentos y sensaciones dejadas en el ático de
los recuerdos.
Detrás de cada imagen detenida,
está el reencuentro con lo atávico, con lo sempiterno, con el dulce agraz de
nuestras luces y sombras proyectadas en los colores; esa pizca de nuestra esencia que se
fragmenta en momentos congelados y que toma movimiento en las emociones que la
evocan en cada mirada.
Natales, es la muestra
de lo poco que me cuesta ser libre, de lo mucho que rinde no hacer caso al paso
seguro, de que las mejores excusas son siempre las peores y de que el mundo brilla
cuando aprendemos a decidir con el instinto y ejecutar con la razón (no al
revés…).
En cada imagen proyectada a ese
viaje, a ese ímpetu a lo desconocido, me encuentro siempre con lo mismo: con lo
más básico, sencillo, y amable de mis formas. En todo lo que no conozco, aparezco
yo en mi mejor ciencia, en mis emociones más íntimas, en el irrestricto
respeto que me evoca lo noble y lo instintivo.
Detrás de cada imagen, retenida
por el foco de esta tecnología, aparezco yo viéndola y sintiéndola… no tengo que
ponerme enfrente para revelarme.
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