Una de las cosas que
indefectiblemente me maravilla al recibir un libro como regalo, es que siempre
éste último se multiplica por tres. Primero en cuanto a regalo "con materialidad de
libro"; podrá sonar superficial, pero me encantan mis estantes llenos de libros,
mientras más libros veo y tengo, más colores percibo y la imagen asemeja, en mis
mientes, a un arcoíris puertas adentro.
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Segundo; el contenido que cada
obra representa. Si con los colores en su conjunto percibo la magia del arcoíris
en mi dormitorio, con su contenido encuentro siempre más y más posibilidades de
mundos para entregarle a mi vida y a mis formas; posibilidades para sanar, para
conquistar y conquistarme, para crecer,
para opinar, para enojarme, reír y resolverme. Todo al alcance de mi mano y en la comodidad de mi silla.
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Tercero; cada encuentro con
alguna frase o reflexión, que logra moldear la atmósfera que observo y respiro,
me obliga a agradecer el regalo, me obliga a inmortalizar el momento en que lo
recibí (que suele ser por naturaleza un buen momento), me obliga a sentirme recordado, y eso me hace inmensamente feliz.
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Dado que el examen de grado ocupa
casi todo el espacio de lectura que le doy a mis ojos, este libro sólo lo leo
cuando me subo a un bus. Haciendo así, de esos viajes largos (que podrían ser eternos y infecundos)
una maravilla.
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Les comparto dos reflexiones de “La
guerra de Galio” de Héctor Aguilar Camín; un gran regalo de cumpleaños (uno de
los mejores) y que por estas semanas ha acompañado y colmado de ejemplos los
tres puntos enunciados arriba:
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"La civilización nos ha
apartado del origen de nuestras pulsiones. Ha fragmentado nuestra experiencia,
ha pulido nuestros modales y segregado de nuestra vista las cuestiones
centrales: el amor, la violencia, la muerte. Hemos construido cuartos privados
para los amantes, lugares secretos para morir y hemos echado un velo
institucional sobre el origen de nuestra paz, que no es otro que la violencia
ejercida contra los que la ponen en peligro: los locos, los criminales, los
disidentes..."
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“Pues así como todos comen la
carne limpia, cuyo proceso de matanza y destazamiento no soportarían ver, los
que comemos del filete público de la paz nos rehusamos a mirar el proceso de
matanza y destazamiento que la produce. (...) todos
comen el filete de la tranquilidad pública que otros garantizan destazando,
metiendo cuchillos en la sombra. Ése es el rastro que yo quiero ver…”
Leí ese libro, me pareció francamente increíble, nunca pude expresarlo con alguien que lo haya leído, nuestro país no suele ser un país muy lector, no suele encontrar en ese gusto su tranquilidad, al contrario, la lectura para nuestros gobernantes es en esencia un mal que exterminar.
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