Te propongo un beso.
Uno que sepa a eternidad,
y que nada diga en realidad;
Uno, que vaya olvidando, en su potencial perpetuo, ese lenguaje de gastados anuncios protocolares.
.
Un beso, que sólo un beso, que siempre un beso, y que nada más.
Quizás el más curioso;
Libre de razones, explicaciones o persuasiones;
Y elegido por nosotros en soberana libertad.
.
Uno, que nos deje reconocer en nuestras bocas;
sin ánimo de gobierno,
sin ansia dominical,
sin gestos posesivos,
que solos, sólo y siempre, sentimos con sabor a eternidad.
.
Deja que salga.
Aunque fallezca en la desesperación de su propia intensidad,
Aunque se desvanezca en el suave mordisco que declaren nuestras bocas al desenlazar su aliento.
.
Pues bien sabes y sabrás que, desde hoy, ese halo sempiterno de tus gustos
no será más que el sendero que trazó tu boca en mis labios.
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