jueves, 22 de septiembre de 2011

Una historia interesante...


Hay una historia bastante interesante que leí hace muchos años, y creo vale la pena compartir. El relato trata de una anécdota acontecida supuestamente a Niels Bohr; físico danés, premio Nóbel de física en la década del 20, y conocido por ser el primero en postular el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Un innovador de la teoría cuántica.

La historia cuenta que cuando era estudiante, en uno de sus exámenes finales de física, estaban a punto de reprobarlo por la respuesta que había consignado en el papel, a pesar de afirmar con toda seguridad que era la respuesta correcta. Fue tal la conmoción que se llamó a arbitraje para revisar su prueba de nuevo.

La pregunta del examen decía: “Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro”. A lo que Bohr había respondido: “Lleve el barómetro a la azotea del edificio y átele una cuerda muy larga. Descuélguelo hasta la base del edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio”.

La respuesta en sí planteaba un tremendo problema, pues, en estricto rigor, no estaba mal y resolvía la pregunta que se formulaba. Pero con esa respuesta no demostraba la utilización de los conocimientos entregados en dicho curso, por lo que se podría aprobar a un estudiante con nota máxima sin tener certeza de que manejaba los contenidos mínimos del mismo.

En razón de esto se le dio otra oportunidad para desarrollar la prueba. Le dieron seis minutos para que respondiera la misma pregunta, pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física. Habían pasado cinco minutos y Bohr no escribía nada.

En ese momento se le consultó si deseaba entregar la prueba y contestó (al árbitro) que tenía muchas respuestas al problema y que la dificultad que lo atacaba era decidir cuál era la mejor de todas.

En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: “Tome el barómetro y láncelo al suelo desde la azotea del edificio, calcule el tiempo de caída con un cronómetro. Después aplique la fórmula altura =0,5 por A por T2. Y así obtendrá la altura del edificio”, obteniendo, de esa forma, la calificación más alta en su examen.

Cuando el árbitro se encontró después de la prueba con Bohr, le pidió que le contara sus otras respuestas a la pregunta. “Bueno —respondió—, hay muchas maneras, por ejemplo, se toma el barómetro en un día soleado y se mide la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.”

“¿Y de qué otra manera?”- le preguntó el árbitro.
A lo que responde Bohr: “Este es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve: “Tomas el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Es un método muy directo”.

Y continuó Bohr dando más respuestas… “Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puedes atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calcula cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio. En este mismo estilo de sistema, también se puede atar el barómetro a una cuerda y descolgarlo desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo, puedes calcular la altura midiendo su período de presesión.

"En fin —concluyó— existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea tomar el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: Señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo”.

En este momento de la conversación, le pregunta el árbitro si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares). ¡Claro que sí! -respondió-, pero durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.

Si bien la historia es un poco larga, es útil en cuanto ayuda a ilustrar algo que creo se puede desprender sin problemas del hecho en sí: Hay más soluciones que problemas en este mundo, y no hay cosa que no pueda arreglarse en más de una forma. Creo que cuando uno logra ser honesto con en sus sentimientos, emociones, impulsos y formas, piensa menos, se quiere más, y, por sobre todo, hace más. Cuando renunciamos al protocolo de vivir y pensar todo el tiempo como se nos indica, y aceptamos crear nuestras propias formas a partir de nuestros talentos, el pensar y hacer se vuelve una delicia de infinitas formas.

1 comentario:

  1. Felo me encantó tu historia, lo voy a aplicar en la vida diaria :)
    Un abrazo! excelente tu blog y sobretodo el banner jajajaja

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