domingo, 9 de octubre de 2011

El querer (Manuel Machado)

 
¿Les ataca a veces aquella sensación de que el mundo les entrega un sinnúmero de señales, a título de donación; las cuales sienten pueden tomar con soberana libertad, hacerlos propios y entregarlos de nuevo?

Creo que al momento de tomarlas, las letras y sonidos, dejan de ser obra del autor y pasan a ser obra de quien las entrega y recibe, y, a su vez, de quien las ha recibido y las vuelve a entregar (divina dialéctica y comunicación!). Éstas se llenan con nuestras propias imágenes, experiencias, formas y recuerdos; creando un universo infinito de nunca acabar, que sobrevive a todo y todos.

El hallazgo de una nueva palabra, de un nuevo sonido, de un nuevo beso que pudiendo tener 100 años de antigüedad y repetición, renacen en su juventud, en el preciso y exquisito instante en que aparecen, tiene un encanto propio y sin parangón.

La maravilla de sentir que se puede pasar 100 veces por el mismo mundo y sentirlo 100 veces como un mundo distinto. Y, por sobre todo, experimentar que esos 100 mundos, que pasan por uno, dependen de uno, de nuestros ojos, de nuestro olfato, y de todos nuestros sentidos; que le brindan 100 atmósferas distintas para verlos, respirarlos y sentirlos.

Esta es una de las cosas más lindas del seminario de penal con Guzmán; Identificar, en cada ocasión, que su inteligencia y amor por el conocimiento no se reducen solo a la atroz disciplina que nos llama, sino que se extiende a las formas más bellas del arte, en especial la poesía. El poema motivo de esta reflexión fue uno de los tantos regalos del maestro a los miembros del seminario.

Introducción al poema: Si los Parras son la familia de artistas que tiene Chile, los Machados son los de España. Tenemos a Antonio Machado padre, conocido folclorista Andaluz, y sus hijos Antonio, José y Manuel los tres poetas de gran nivel. El poema que les acompaño es del mayor de los tres Machados (Manuel) y de uno de los representantes más conocidos del modernismo literario en España.

El querer

En tu boca roja y fresca
beso, y mi sed no se apaga,
que en cada beso quisiera
beber entera tu alma.

Me he enamorado de ti
y es enfermedad tan mala,
que ni la muerte la cura,
¡bien lo saben los que aman!

Loco me pongo si escucho
el ruido de tu charla,
y el contacto de tu mano
me da la vida y me mata.

Yo quisiera ser el aire
que toda entera te abraza,
yo quisiera ser la sangre
que corre por tus entrañas.

Son las líneas de tu cuerpo
el modelo de mis ansias,
el camino de mis besos
y el imán de mis miradas.

Siento al ceñir tu cintura
una duda que me mata
que quisiera en un abrazo
todo tu cuerpo y tu alma.

Estoy enfermo de ti,
de curar no hay esperanza,
que en la sed de este amor loco
tu eres mi sed y mi agua.

Maldita sea la hora
en que contemplé tu cara,
en que vi tus ojos negros
y besé tus labios grana.

Maldita sea la sed
y maldita sea el agua,
maldito sea el veneno
que envenena y que no mata.

En tu boca roja y fresca
beso, y mi sed no se apaga,
que en cada beso quisiera
beber entera tu alma.

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